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sábado, 4 de agosto de 2012

Ni el chupito de después de comer

Tráfico estudia imponer la tasa de alcohol cero al volante. A falta de una tecnología para controlar que se cumple, los expertos piden más educación

PATRICIA R. BLANCO. 03/08/2012 00:50

Nadie duda ya de la incompatibilidad entre el alcohol y la conducción. Solo unos pocos aplaudirían aquel “déjenme que beba tranquilamente mientras no ponga en riesgo a nadie” que pronunció el expresidente del Gobierno José María Aznar en 2007. Precisamente ese es uno de los efectos que produce el alcohol: la alteración de la valoración del riesgo y la sobrevaloración de capacidades. Después de beber, sentirse bien no significa que se pueda conducir. Por eso, el Reglamento General de Circulación establece tasas de alcohol que permiten medir a todo conductor por el mismo rasero: hasta 0,5 gramos por litro de sangre o 0,25 miligramos por litro de aire espirado, un nivel que se reduce a 0,3 gramos y 0,15 miligramos, respectivamente, para los conductores con menos de dos años de carné y para los profesionales.
¿Sería conveniente prohibir tajantemente el alcohol y eliminar los límites establecidos? La Dirección General de Tráfico (DGT) acaba de plantear esta posibilidad, lo que implicaría no poder consumir ni una gota de alcohol si se va a conducir.
Las tasas de alcoholemia tienen una base científica. Superarlas está considerado como una infracción muy grave y conlleva multas de 500 euros y la detracción de seis puntos de carné, o incluso penas de prisión de hasta seis meses y la retirada del permiso de conducir entre uno y cuatro años si el exceso sobrepasa el límite de 1,2 gramos. Según ratifica un estudio de la Universidad de Murcia, a partir de 0,5 gramos por litro de sangre “la capacidad de conducción se ve afectada”. Sin embargo, otro informe del Ministerio de Sanidad de 2007, realizado bajo el Gobierno socialista, reduce el nivel a 0,3 gramos. No obstante, el PSOE, durante más de siete años al frente del Ejecutivo, no planteó reducir más los niveles permitidos.
Pero el alcohol, según afirma Tráfico, comienza a restar facultades desde el primer trago y multiplica el riesgo de sufrir un accidente a medida que aumenta el consumo: por dos, a partir de 0,3 gramos por litro de sangre; por cinco, entre 0,5 y 0,8 gramos; por nueve, entre 0,8 y 1,5; y por 20, entre 1,5 y 2,5, según datos de la DGT. Por eso, el mensaje de Tráfico es claro: al volante, cero alcohol.
Y no siempre ha sido así. Un reportaje de la revista de Tráfico de 2001 daba indicaciones de lo que “se puede beber” para no superar la tasa de alcoholemia: dos vasos de whisky, dos y medio de vino o dos latas de cerveza en el caso de un hombre de unos 70 kilos y algo más de la mitad para mujeres de unos 60 kilos. La estrategia de comunicación ha cambiado de manera radical. “Ni el chupito de después de comer, no se pueden hacer cálculos de si con dos cervezas das o no das positivo”, afirman desde la DGT.
Sin embargo, ¿es necesario que la tasa sea cero? Tráfico lo ve con buenos ojos. Pero la medida no figura entre sus planes más inmediatos y expresa recelos sobre su factibilidad. Según la directora de la institución, María Seguí, la prohibición del alcohol se estudiará “cuando la tecnología lo permita”.
El director de la Federación Española de Bebidas Espirituosas (FEBE), Bosco Torremocha, duda de que haya aparatos lo suficientemente sensibles para discriminar. Según Torremocha, “una persona que ha estado bebiendo por la noche pero que se levanta a la mañana siguiente después de dormir unas seis horas, por ejemplo, puede dar positivo por alcohol en su sangre o su aliento”, informa Emilio de Benito.
Y no siempre dar positivo por alcohol significa haberlo consumido. Los aerosoles inhalados que usan los asmáticos pueden dar falsos positivos. Incluso, algunos de los que asumieran la máxima de la tasa 0,0 al volante también pueden llegar a dar positivo. Muchas cervezas sin contiene una cantidad mínima de alcohol.
La mayor parte de los países europeos han fijado tasas de alcoholemia iguales a las de España. Solo algunos como Chequia, Hungría, Rumanía y Rusia, con altas tasas de siniestralidad por accidente de tráfico, han prohibido el consumo de alcohol durante la conducción.
“Es inoperante”, estima el director general del Comisariado Europeo del Automóvil (CEA), Eugenio Dobrynine. “Es una experiencia que ya se ha llevado a cabo en otros países y solo contribuye a complicar más las cosas”, añade. Para Dobrynine, el problema no es “la tasa de alcohol” sino la capacidad para controlar que se cumpla. “Chile acaba de imponer la tasa cero, pero al final se han dado cuenta de que no se puede cumplir y que conlleva más problemas burocráticos”, afirma. Lo importante, según considera, es “educar a la ciudadanía para que sea consciente de que no se puede conducir con una copa encima”.
El Real Automóvil Club de Cataluña (RACC) recomienda, en cambio, que solo sean los conductores noveles y los profesionales quienes no puedan consumir bebidas alcohólicas. Pero, al igual que CEA, insiste en poner el énfasis en las campañas informativas.
Porque a pesar del consenso en la opinión pública de que el cóctel de bebidas alcohólicas y conducción aumenta el riesgo de sufrir o provocar un accidente de tráfico, el problema no ha sido erradicado. Solo el año pasado, casi el 20% de los controles aleatorios que realizó en carretera la Guardia Civil dio positivo por alcohol. Además, de acuerdo con los datos de la memoria del Instituto Nacional de Toxicología de 2011, el 73% de los muertos por siniestro de tráfico había ingerido alcohol y, de ellos, el 76,52% presentaba una tasa superior a 1,2 gramos por litro de sangre —las conclusiones se basan en el análisis toxicológico realizado a 969 de las 1.479 personas muertas en carretera a las 24 horas—.
Y son los jóvenes uno de los colectivos más afectados. De acuerdo con los resultados del programa Noc-Turnos 2011, que patrocina la FEBE y promueve la figura del conductor alternativo, el 38% de los jóvenes admiten beber antes de conducir. El problema se agrava cuando se constata que los accidentes de tráfico siguen siendo la primera causa de mortalidad en España entre los menores de 30 años. “Casi el 50% de esas muertes” se produce en fin de semana y por la noche, y de ellas, entre el 50% y el 60% de los fallecidos dieron positivo por alcohol, se lamenta María Seguí.
“Tomar alcohol moderadamente no es, en sí mismo, ni bueno ni malo, pero es imposible negar que el consumo nos cambia”, estima Francisco Canes, presidente de la Asociación Estatal de Víctimas de Accidentes DIA. Y el “problema viene”, según Canes, cuando “ese consumo lo compaginamos con actividades que precisan nuestra atención”. Por eso, DIA no tardó en mostrar su “total apoyo” a las declaraciones de Seguí. “Hace tiempo que se debería haber prohibido la conducción después de beber”, afirma de manera rotunda.
La Asociación Española de la Carretera (AEC) también califica de “muy positiva” la tasa cero de alcohol. “Cualquier medida que vaya encaminada a reducir la siniestralidad va a recibir todo nuestro apoyo”, asegura Elena de la Peña, subdirectora general técnica de AEC. “¿Por qué si a un cirujano, mientras realiza una operación, o a un piloto a los mandos de un avión, no se les permite consumir alcohol, sí se debe ser más permisivo en la carretera?”, se pregunta De la Peña, que, a pesar de ser consciente del “cierto rechazo social” que puede conllevar prohibir el alcohol insta a que se haga “lo antes posible”.
Pero el director de FEBE, Bosco Torremocha, no está de acuerdo. “En nuestro programa Noc-Turnos, dirigido a jóvenes, promovemos el consumo cero para el que va a conducir”, dice como primera premisa. Sin embargo, cree que llevar ese consejo a la legislación no es el camino. Torremocha teme que la continua reducción de los límites de alcohol legales —hasta su mínimo total: el cero— puede tener un efecto contraproducente. “A la sociedad, tanta prohibición puede parecerle un retroceso”. “El límite de hace unos años triplicaba el de ahora; lo que importa es la formación”, asegura.
Y es en la educación donde coinciden todos los expertos, porque el consumo de alcohol está rodeado de mitos: que afecta menos durante la comida, que se elimina antes si se ingieren grandes cantidades de agua o si se toma un café, que la costumbre de beber evita que influya en la conducción o que basta con esperar dos horas para ponerse al volante después de haber tomado bebidas alcohólicas. “El máximo efecto del alcohol se alcanza una hora después de la consumición”, explican fuentes de Tráfico. Además, la velocidad de eliminación varía en función del sexo y la edad. Un hombre que toma dos cervezas de tercio tardaría entre tres y cuatro horas en eliminarlas, según datos de la DGT. En el caso de una mujer, el tiempo se puede prolongar hasta siete horas.
Es justo la concienciación lo que ha permitido reducir la ingesta de alcohol durante la conducción y lo que ha aumentado el rechazo social del alcohol al volante. Programas como Conductor Alternativo, recomendado por la Unión Europea, ha permitido reducir a la mitad el número de jóvenes que consumen alcohol antes de conducir.
Se prohíba o no finalmente el alcohol antes de conducir todos los especialistas en seguridad vial ofrecen un veredicto común: el debate siempre es bueno porque contribuye a recordar los peligros del alcohol.




Fuente: El Pais

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